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 ¿Había salido?  inquirió Tookey.
 La línea está cortada.
 Maldición  gruñó Tookey, y nos miramos. Fuera arreció el viento, que lanzó un
torbellino de nieve contra las ventanas.
Lumley volvió a miramos, primero a Tookey y luego a mi.
 Bueno, ¿ninguno de ustedes tiene un coche?  preguntó. Su tono era nuevamente
ansioso . Ellas deben mantener el motor en marcha para que funcione la calefacción. Sólo
me quedaba un cuarto de depósito de gasolina y tardé una hora y media en... Escuchen,
¿quieren hacer el favor de contestarme?
Se levantó y cogió a Tookey por la camisa.
 Señor  dijo Tookey , creo que a su seso se le ha disparado una mano.
Lumiey miró su mano, después miró a Tookey, y a continuación lo soltó.
 Maine  siseó. Fue como si articulara una obscenidad contra la madre de un
enemigo . Está bien  prosiguió . ¿Dónde está la gasolinera más próxima? Deben de
tener un camión grúa...
 La gasolinera más próxima está en Falmouth Cen-ter  expliqué . A casi cinco
kilómetros de aquí.
 Gracias  respondió, con acento un poco sarcásti-co, y se encaminó hacia la puerta,
abrochándose el abrigo.
 Pero está cerrada  agregué. Se volvió lentamente y nos miró.
 ¿Qué dice, amigo?
 Intenta hacerle entender que el propietario de la gasolinera de Falmouth Center es
Billy Larribee, y que Billy está pilotando el quitanieves, condenado imbécil  explicó
Tookey pacientemente . Ahora, ¿por qué no viene aquí y se sienta, antes de que le
reviente el hígado?
Retrocedió, aturdido y asustado.
 ¿Quiere decir que no pueden..., que no hay...?
 No quiero decir nada  espetó Tookey . Aquí el único que habla es usted, y si se
callara un momento podríamos buscar una solución.
 ¿Qué ciudad es esa, Jerusalem's Lot?  preguntó . ¿Por qué la carretera estaba
bloqueada por la nieve? ¿Por qué no se veían luces?
 Jerusalem's Lot ardió hace dos años  contesté.
 ¿Y no la reconstruyeron?  Me miró con expresión incrédula.
 Eso parece  respondí, y miré a Tookey . ¿Qué haremos?
 No podemos dejarlas allí  dictaminó.
Me acerqué a él. Lumiey se había alejado para mirar la noche tormentosa por la ventana.
 ¿Y si ya las han pillado?  inquirí.
 No podemos descartar esa posibilidad  murmuró Tookey . Pero tampoco estamos
seguros. Tengo mi Biblia en el estante. ¿Todavía llevas encima tu medallón papal?
Saqué el crucifijo de debajo de la camisa y se lo mostré. Nací y me crié en la religión
congregacional, pero la mayoría de las personas que viven cerca de Lot usan algo..., un
crucifijo, una medalla de san Cristóbal, un rosario, cualquier cosa. Porque hace dos años, en
el transcurso de un oscuro mes de octubre, Lot tuvo un final trágico. A veces, muy tarde,
cuando sólo había unos pocos parroquianos habituales reunidos alrededor de la chimenea
de Tookey, se hablaba de eso. O mejor dicho, se rozaba el tema. Veréis, los habitantes de
Lot empezaron a desaparecer. Primero unos pocos, después unos pocos más, luego muchos.
Cerraron las escuelas. La ciudad quedó deshabitada durante casi un año. Oh, alguna gente
se mudó allí  sobre todo idiotas de otras comarcas como el magnífico ejemplar que ahora
teníamos entre nosotros , gente atraída por los precios bajos de la propiedad. Pero nadie
duraba mucho. Algunos se fueron uno o dos meses después de haber llegado. Los otros...
bien, desaparecieron. Hasta que la ciudad fue arrasada por el fuego. Eso sucedió al finalizar
un largo otoño muy seco. Se dice que el incendio partió de la Marsten House, edificada
sobre la colina que se levanta junto a Jointner Avenue, pero nadie sabe, hasta ahora, cómo
se inició. Ardió sin control durante tres días. Después, durante un tiempo, reinó la paz. Y de
pronto las cosas volvieron a empeorar.
Sólo una vez oí pronunciar la palabra «vampiros». Aquella noche un camionero loco de
los alrededores de Freeport, llamado Richi Messina, estaba en el bar de Tookey, muy
borracho.
 Cristo  rugió este gigante que parecía medir tres metros con sus pantalones de lana y
su camisa a cuadros y sus botas con ribetes de lana . ¿Tenéis tanto miedo de decirlo en
voz alta? ¡Vampiros! ¿Es en eso en lo que pensáis todos, verdad? ¡Dios y rediós! ¡Como
una pandilla de crios asustados por una película! ¿Sabéis qué es lo que hay en Jerusalem's
Lot? ¿Queréis que os lo diga? ¿Queréis que os lo diga?
 Sí, dilo, Richie  respondió Tookey. Se había hecho un silencio de tumba en el bar.
Se oía crepitar la leña, y la ligera llovizna de noviembre caía fuera en medio de la
oscuridad . Adelante, te escuchamos.
 Lo que hay allí es una jauría de perros sin dueño  nos informó Richi Messina . Eso
es lo que hay. Eso y un montón de viejas a las que les gusta una buena historia de
aparecidos. Caray, por ochenta dólares iría allí y dormiría en esa casa embrujada que tanto
os preocupa. ¿Qué decís? ¿Alguien quiere apostar?
Pero nadie quiso. Richie era un fanfarrón y un borracho peligroso y nadie lloraría en su
entierro, pero tampoco nadie quería verlo entrar en Jerusalem's Lot por la noche.
 Me cago en todos vosotros  prosiguió Richie . Tengo mi llave inglesa en el camión
y eso me bastará para enfrentarme a cualquiera en Falmouth, Cumber-land o Jerusalem's
Lot. Y allí es adonde iré.
Salió del bar dando un portazo y nadie dijo nada durante un rato. Hasta que Lamont
Henry murmuró, en voz muy baja:
 Nadie volverá a ver a Richie Messina. Santo cielo. Y Lamont, al que le habían
inculcado la religión metodista desde la cuna, se persignó.
 Cuando se le pase la mona cambiará de idea  comentó Tookey, pero parecía
intranquilo . Volverá a la hora de cerrar y dirá que todo había sido una broma.
Pero esa vez acertó Lemont, porque nadie volvió a ver a Richie. Su esposa explicó a la
Policía que, a su juicio, se había ido a Florida para escapar de unos acreedores, pero la
verdad se reflejaba en sus ojos: enfermos, asustados. Antes de que pasara mucho tiempo
ella se mudó a Rhode Island. Quizá pensó que Richie volvería a buscarla una noche oscura.
Y yo no juraría que no lo habría hecho.
Ahora Tookey me miraba y yo miraba a Tookey mientras volvía a guardar el crucifijo
bajo la camisa. Nunca me había sentido tan alterado ni asustado en mi vida.
 No podemos dejarlas allí, Booth  repitió Tookey.
 Sí, lo sé.
Seguimos mirándonos y después Tookey estiró la mano y me cogió por el hombro.
 Eres un buen hombre, Booth  murmuró. Eso bastó para estimularme un poco.
Aparentemente, cuando superas los setenta, la gente empieza a olvidar que eres un hombre,
o que alguna vez lo has sido.
Tookey se acercó a Lumley y anunció:
 Tengo un «Scout» con tracción en las cuatro ruedas. Lo sacaré.
 Por el amor de Dios, hombre, ¿por qué no lo dijo antes?  Había dado media vuelta [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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