X


[ Pobierz całość w formacie PDF ]

-Ahora, Viernes -le dije-, haz lo que te ord�be.
Viernes asintió.
-Pues, Viernes -le dije-, haz exactamente lo que me veas hacer y no te equivoques en nada. Coloqu� uno
de los mosquetes y la escopeta sobre la tierra y Viernes hizo lo mismo. Con el otro mosquete, apunt� a los
salvajes, orden�ndole a Viernes que me imitara. Le pregunt� si estaba lis to y respondió que s�.
-Entonces, dispara -le dije y, en ese mismo instante, dispar�.
Viernes ten�a mucha mejor punter�a que yo, pues mató a dos e hirió a otros tres mientras que yo mat� a
uno y her� a dos. Pod�is estar seguros de que los salvajes se quedaron terriblemente consternados y todos
los que no estaban heridos se pusieron de pie r�pidamente, sin saber hacia dónde mirar ni huir, pues no
ten�an idea de dónde proven�a su destrucción. Viernes me miraba fijamente, tal y como se lo hab�a
ordenado, para observar todos mis movimientos. Despu�s de la primera descarga, arroj� inmediatamente el
mosquete y cog� la escopeta de caza. Viernes hizo lo mis mo. Me vio apuntar y me imitó.
-�Est�s preparado, Viernes? -le pregunt�.
-S� -me respondió.
-Entonces -dije- �fuego, en nombre de Dios!, y abr� fuego contra aquellos miserables que estaban
espantados. Como nuestras armas estaban cargadas con munición pe que�a, tan solo cayeron dos pero hab�a
muchos heridos que corr�an aullando y gritando como locos, sangrando y gravemente heridos, de los
cuales, en seguida cayeron otros tres, pero a�n vivos.
-Ahora, Viernes -dije, dejando las escopetas descargadas y cogiendo el mosquete que a�n ten�a
munición-, s�gueme.
As� lo hizo y con gran valor. Sal� corriendo del bosque, con Viernes pegado a mis talones, y me descubr�.
Tan pronto me vieron, grit� tan fuertemente como pude y le orden� a Viernes que hiciera lo mismo. Corr�
lo m�s aprisa posible, que por cierto, no era demasiado, a causa del peso de las armas, y me dirig� 'hacia la
pobre v�ctima, que, como he dicho, yac�a en la playa, entre el �rea del fest�n y el mar. Los dos carniceros
que iban a matarlo hab�an huido ante la sorpresa de nuestro primer disparo, se internaron en el mar,
muertos de miedo y saltaron a sus canoas, seguidos por otros tres. Me volv� hacia Viernes y le orden� que
se adelantara y les disparara. Me comprendió inmediatamente y, corriendo unas cuarenta yardas para estar
m�s cerca, les disparó. Pens� que los hab�a matado a todos, pues los vi caer de un salto en la canoa, pero
despu�s vi que dos de ellos se incorporaron r�pidamente. No obstante, hab�a matado a dos y herido a un
tercero, que yac�a en el fondo del bote como si estuviese muerto.
Mientras mi siervo Viernes les disparaba, cog� mi cuchillo y cort� los bejucos que sujetaban a la pobre
v�ctima. Una vez desatado de pies y manos, se levantó. Le pregun t� en lengua portugues a qui�n era y me
respondió en lat�n: �Cristianus.� Estaba tan d�bil que apenas pod�a tenerse en pie o hablar. Saqu� mi
botella del bolsillo y se la di, haci�ndole se�ales de que bebiese. As� lo hizo. Luego, le di un trozo de pan y
se lo comió. Entonces, le pregunt� de qu� pa�s era y me dijo: �Espa�ol.� Cuando se hubo reanimado, me
mostró, con todas las se�as que fue capaz de hacer, lo agradecido que estaba porque le hubiese salvado la
vida.
-Se�or -le dije con el espa�ol que pude recordar-, hablaremos luego pero ahora debemos luchar. Si a�n
tiene fuerzas, coja esta pistola y este sable y luche.
Los tomó muy agradecido y, apenas tuvo las armas en sus manos, como si le hubiesen investido de nuevo
vigor, se abalanzó sobre sus asesinos como una fiera y cortó a dos de ellos en pedazos en un instante. Lo
cierto es que, todo esto los hab�a tomado por sorpresa y las pobres criaturas estaban tan aterrorizadas por el
ruido de nuestras armas, que ca�an de puro asombro y miedo; tan incapaces eran de huir como de resistir las
balas. Lo mismo les ocurrió a los cinco a los que Viernes les hab�a disparado en la canoa: tres de ellos
cayeron por las heridas y los otros dos de miedo.
Mantuve mi arma en la mano, sin disparar, con el propósito de reservar la carga que me quedaba, pues le
hab�a entregado mi pistola y mi sable al espa�ol. Llam� a Viernes y le ped� que fuera corriendo al �rbol
desde donde hab�amos disparado al principio y recogiera las armas descargadas que estaban all�, lo cual
hizo con gran rapidez. Luego le di mi mosquete, me sent� a cargar todas las dem�s nuevamente y les
recomend� que viniesen a buscarlas cuando las necesitaran. Mientras cargaba las armas, se entabló un feroz
combate entre el espa�ol y uno de los salvajes que le atacó con uno de esos grandes sables de madera, el
mismo con el que le habr�a dado muerte si yo no hubiese intervenido para evitarlo. El espa�ol, que era muy
valiente y arrojado, aunque un poco d�bil, llevaba un buen rato peleando con el salvaje y le hab�a hecho dos
heridas en la cabeza. Pero el salvaje, que era un joven robusto y vigoroso, lo derribó (pues estaba muy [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • moje-waterloo.xlx.pl
  •  

    Drogi użytkowniku!

    W trosce o komfort korzystania z naszego serwisu chcemy dostarczać Ci coraz lepsze usługi. By móc to robić prosimy, abyś wyraził zgodę na dopasowanie treści marketingowych do Twoich zachowań w serwisie. Zgoda ta pozwoli nam częściowo finansować rozwój świadczonych usług.

    Pamiętaj, że dbamy o Twoją prywatność. Nie zwiększamy zakresu naszych uprawnień bez Twojej zgody. Zadbamy również o bezpieczeństwo Twoich danych. Wyrażoną zgodę możesz cofnąć w każdej chwili.

     Tak, zgadzam się na nadanie mi "cookie" i korzystanie z danych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu dopasowania treści do moich potrzeb. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

     Tak, zgadzam się na przetwarzanie moich danych osobowych przez Administratora Serwisu i jego partnerów w celu personalizowania wyświetlanych mi reklam i dostosowania do mnie prezentowanych treści marketingowych. Przeczytałem(am) Politykę prywatności. Rozumiem ją i akceptuję.

    Wyrażenie powyższych zgód jest dobrowolne i możesz je w dowolnym momencie wycofać poprzez opcję: "Twoje zgody", dostępnej w prawym, dolnym rogu strony lub poprzez usunięcie "cookies" w swojej przeglądarce dla powyżej strony, z tym, że wycofanie zgody nie będzie miało wpływu na zgodność z prawem przetwarzania na podstawie zgody, przed jej wycofaniem.