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hombres para guiarlos; y habían dejado sus vestimentas tras ellos en el río, por
que, aunque entraron con ellas, salieron desnudos. Y por lo tanto subieron allí
con mucha agilidad y velocidad, a través de los cimientos de la ciudad, más
alta que las nubes. Y por lo tanto, subieron por las regiones del cielo... -Suegar
agregó disculpándose-: Ahí termina. Ahí fue donde rompí la página. No estoy
seguro de lo que significa.
-Probablemente, significa que se supone que uno tiene que improvisar
-sugirió Miles, abriendo los ojos de nuevo. Así que ésa era la materia prima
sobre la que estaba construyendo. Tenía que admitir que la última línea en
particular le daba escalofríos, como mirar un vientre lleno de gusanos. Pero así
eran las cosas.
Adelante-. Ahí tienes, Oliver. Eso es lo que ofrezco. La única esperanza por
la que vale la pena vivir. La salvación.
-Muy edificante -se burló Oliver.
-Yo lo que quiero es edificar sobre vosotros. Tienes que entenderlo, Oliver,
soy un fundamentalista. Tomo las escrituras muy literalmente.
Oliver abrió la boca, después la cerró con ruido. Miles tenía toda su atención.
Comunicación por fin, se dijo Miles. Hemos establecido la conexión.
-Haría falta un milagro -añadió Oliver al fin- para edificar algo en este lugar.
-La mía no es una teología de elegidos. Yo pienso predicar a las masas.
Incluso a los pecadores. -Era evidente que estaba cogiendo el tranquillo-. El
paraíso es para todos. Pero los milagros, por su propia naturaleza, tienen que
venir de fuera. No los tenemos en los bolsillos...
-Tú seguro que no -murmuró Oliver entre dientes, mirando la desnudez de
Miles.
-& sólo podemos rezar y prepararnos para un mundo mejor. Porque los
milagros sólo les pasan a los que están preparados. ¿Tú estás preparado,
Oliver? -Miles se inclinó hacia adelante, la voz vibrante de energía.
-Psé... -La voz de Oliver se fue apagando. Miró a Suegar para vez si éste
aprobaba lo que decía Miles, cosa bien extraña, por cierto-. ¿Este tipo es real?
-Cree que está fingiendo -dijo Suegar con toda naturalidad-, pero en realidad
no finge. Él es el Elegido, te lo aseguro.
Los gusanos fríos volvieron a moverse. Tratar con Suegar, pensó Miles, era
como enfrentarse a un juego de espejos. El blanco, aunque fuera real, nunca
estaba donde uno creía.
Oliver respiró profundo. Esperanza y miedo, confianza y duda, se mezclaron
en su rostro.
-¿Cómo vamos a salvarnos, reverendo?
-Ah, llámame hermano Miles. Sí. Dime, ¿cuántos conversos puedes reclutar
con tu propia autoridad desnuda y sin apoyo?
Oliver se lo pensó un rato.
-Déjales ver esa luz y la seguirán de inmediato.
-Bueno... la salvación es para todos, claro, pero hay ciertas ventajas
prácticas en mantener un sacerdocio al principio. Quiero decir, benditos son los
que no ven y sin embargo tienen fe.
-Eso es cierto -estuvo de acuerdo Oliver-. Y también es cierto que si tu
religión no produce un milagro cuando llegue el momento, habrá un sacrificio
humano.
-Ah, claro. -Miles tragó saliva-. Eres un hombre muy perspicaz.
-Eso no es perspicacia -contestó Oliver- Es una garantía personal.
-Sí, bueno... para volver a mi pregunta. ¿Cuántos seguidores podrás
conseguir? Hablo de cuerpos, no de almas en este caso.
Oliver frunció el ceño. Todavía era cauteloso.
-Tal vez veinte.
-Te parece que algunos de ellos pueden conseguir a otros? ¿Dividirse en
más, ser muchos?
-Tal vez.
-Entonces, conviértelos en lugartenientes. Creo que será mejor que nos
olvidemos de los rangos anteriores. Llámalo, digamos, el Ejército de los
Renacidos. No. El Ejército de la Reforma. Eso suena mejor. Estaremos
reformados. El cuerpo se ha desintegrado como el del gusano en la crisálida en
una pasta verde y pegajosa, pero nos reformaremos hasta ser mariposas y
volaremos.
Oliver volvió a hacer un ruido con la nariz.
-¿En qué reformas estás pensando?
-Sólo en una, creo. La comida.
Oliver lo miró como si no pudiera creer lo que oía.
-¿Estás seguro de que no es una treta para conseguirte una comida gratis?
-Eso me encantaría, empiezo a tener hambre. -Miles dejó de bromear al ver
que Oliver no estaba impresionado- Pero hay muchos otros que están igual.
Para mañana, los tendremos a todos comiendo de nuestras manos.
-¿Para cuándo quieres a tus veinte muchachos?
-Para la próxima comida. -Dios, el hombre se había asustado.
-¿Tan pronto?
-Es mejor que entiendas, Oliver, que la creencia que tienes en el mundo es
una ilusión que provoca este lugar. Hay que resistirla.
-Parece que tienes mucha prisa.
-¿Y tú? No tendrás una cita con el dentista, ¿verdad? Supongo que no.
Además, sólo tengo la mitad de tu corpulencia. Tengo que moverme para
mantener la fuerza de la inercia. Veinte y más. Para la próxima comida.
-¿Qué diablos crees que puedes hacer con veinte tipos?
-Vamos a tomar la pila de comida...
Oliver hizo un gesto de disgusto.
-No con veinte, claro que no. No hay forma. Además, ya se hizo. Te digo que
provocaríamos una guerra ahí mismo. Una masacre.
-...y cuando la hayamos tomado, la redistribuiremos. Con justicia, una barra
de rata por persona, todo controlado y ordenado. A los pecadores también.
Para la próxima llamada, todos los que no hayan comido desde hace un tiempo
vendrán con nosotros. Y después estaremos en posición de encargarnos de los
tipos difíciles.
-Estás loco. No puedes hacerlo. No con veinte tipos.
-¿Yo he dicho que sólo íbamos a ser veinte? ¿He dicho eso, Suegar?
Suegar, que le escuchaba fascinado, negó con la cabeza.
-Bueno, yo no pienso poner el cuello para que me lo corten a menos que
puedas producir algún medio de apoyo -protestó Oliver-. Una cosa así nos
puede costar la vida.
-Puedo conseguir apoyo -prometió Miles sin pensarlo mucho. Había que
empezar a edificar en alguna parte y sus botas imaginarias eran suficiente
punto de apoyo-. Tendré quinientos para la causa sagrada a la hora de la
próxima comida.
-Si haces eso, soy capaz de recorrer todo el perímetro de este campo
desnudo y cabeza abajo -respondió Oliver.
Miles sonrió.
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